miércoles, 4 de abril de 2012

La difusión

Piet Mondrian ideó un mundo geométrico perfecto, mucho más perfecto que el de sus demás colegas de la llamada vanguardia histórica. Sus formas, sus colores, todo estaba concebido en términos matemáticos. Poco después estalló la Segunda Guerra Mundial, que acabó con las matemáticas. “No se puede escribir después de Auschwitz”, proclamó Theodor Adorno. Quizá no se pudiera escribir, pero se podía seguir pintando. Durante el período de postguerra, Mark Rothko ideó una geometría, pero se trataba ya de una geometría de límites difusos, un Mondrian desfigurado, una geometría confusa. La metáfora viene al caso porque se asemeja extremadamente al actual universo de la información. Para que Mondrian se convirtiera en Rothko fue necesaria una guerra mundial. Pero, en nuestros contemporáneos espacios informativos, en los que no ha tenido lugar ningún acto aparente de violencia, ¿qué ha sucedido para que regímenes de gestión de documentos puros, rígidos, ordenados, casi matemáticos, hayan devenido regímenes del desorden, la dispersión, la difusión?

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