martes, 5 de abril de 2011

¿Es necesaria la desinformación?

Con motivo del escape radiactivo de Fukushima, el gobierno de Estados Unidos ha emprendido una sólida campaña para prevenir el riesgo de que ciudadanos norteamericanos puedan verse afectados por la radiación. Como parte de esta campaña, por supuesto de sentido común, el Presidente de la Comisión de Regulación Nacional, Gregory Jaczko, informó hace algunos días acerca de la posibilidad de que partículas radiactivas llegaran a la costa de California, aunque en niveles que no podían afectar a la salud. A pesar de esta coletilla, sus declaraciones despertaron el pánico entre la población, que se lanzó de manera masiva a la compra de yodo potásico, probablemente innecesario. En contraste con esta información, si no excesiva al menos malinterpretada, parece ser que el gobierno japonés no ha facilitado todos los datos que serían deseables para conocer el estado real del problema Fukushima. La pregunta es si, dado que este tipo de informaciones provocan pánico y conductas irracionales –recordemos casos de epidemias como las de la gripe aviar, la peste porcina o las vacas locas-, proporcionarla es estrictamente necesario o sería conveniente considerarlas como informaciones reservadas. A mi juicio, en realidad, tal pregunta sólo tiene una respuesta: debe primar la libertad de información y los ciudadanos tienen derecho a saber, con independencia de cuáles sean sus reacciones. No obstante, en conversaciones con compañeros se ha argumentado precisamente lo contrario, es decir, que tal información no sólo no es útil, sino que además es peligrosa. Puesto que somos profesionales de la información y nuestro objeto es gestionarla y proporcionar acceso a ella, bajo las debidas condiciones, esta última argumentación por parte de quienes tienen la obligación de proveer información y velar para que los órganos oportunos también la provean merece, no obstante, un análisis más detallado, y quizá este lugar resulte adecuado para realizar este análisis cooperativamente.

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