lunes, 4 de enero de 2010

La nube. 4

De conformidad con Spinola, los beneficios de trabajar en la nube, sea cual sea el modelo que se emplee, o la combinación de modelos, pueden englobarse en tres categorías (Spinola, 2009): suministro más rápido de servicios, reducción de costes y enfoque sobre la innovación más que sobre el mantenimiento y la implantación. De manera más específica, indica que no existen inversiones en infraestructura y, por tanto, el riesgo financiero es menor y la competitividad mayor. En este sentido, se ha hecho popular la expresión “pagar sólo por lo que se usa”. Además, el acceso a los recursos de hardware es casi inmediato, y el multi-arrendamiento de centros de datos, compartiendo recursos, proporciona ventajas a nivel de economía de escala. No debemos olvidar que las redes consumen enormes cantidades de energía eléctrica, cuyos costes derivarían hacia las compañías proveedoras de servicios en la nube, que se instalan en localizaciones físicas donde la electricidad es más barata (Gilder, 2006). Desde el punto de vista técnico, la gestión del cambio de infraestructura es más sencilla, la agilidad en el suministro de soluciones queda mejorada y se eliminan los problemas cotidianos de mantenimiento de hardware, software, servidores, depósitos, etc., y el personal de tecnologías de la información puede enfocarse sobre la innovación de servicio, más que sobre tal mantenimiento.
No obstante, la misma autora descubre algunos interesantes interrogantes que, tras examinar los beneficios, las organizaciones deberían plantearse, por ejemplo: ¿dónde están mis datos? ¿Con qué seguridad entran en y salen mis datos de la nube? ¿Quién tiene acceso a mis datos? ¿Cómo se protegen mis datos mientras están en tránsito? ¿Quién se hace responsable si algo va mal? ¿Cuál es el plan de recuperación de desastres, incluidas las respuestas a una pandemia? ¿Cómo se satisfacen legislaciones como las de exportación y privacidad? ¿Desaparecerán mis datos si mi almacenamiento en línea se corta? ¿Qué pasa si desaparece mi proveedor en la nube? ¿Cómo se supervisa el entorno en previsión de fallos de las aplicaciones, del sistema operativo, de las bases de datos? ¿Cómo se notifican estos fallos? ¿Cómo se protegen y aseguran los datos contra robo o daño? ¿Se encriptan? ¿Cómo rotan y se gestionan las claves de encriptación? ¿Es fácil la integración con las tecnologías de la información ya existentes a nivel local? ¿Tiene el sistema la suficiente capacidad de personalización como para adecuarse a mis necesidades? ¿Es difícil volver a migrar a un sistema local? ¿Es posible? ¿Existen requisitos normativos en mi actividad que me impidan utilizar la nube?
Desde luego, no son dudas triviales: tienen que ver con la supervivencia de nuestros datos, con la privacidad de los mismos, con la posibilidad de cambiar de opinión. La propia nube ya ha respondido a algunas de ellas; pero lo realmente divertido no es esto. Lo que llama nuestra atención es que muchas de estas dudas deberíamos plantearlas también en nuestros entornos de trabajo fuera de la nube, pero rara vez lo hacemos. Como se indicó anteriormente, la nube no es una revolución, es una reordenación. De igual modo, las prevenciones que provoca, prevenciones que pueden resumirse en los términos precariedad e invisibilidad, no son novedosas, existen en nuestro entorno cotidiano. La diferencia, con toda probabilidad, es meramente de tamaño y alcance.
Bibliografía
Gilder, George: “The Information Factories”. En: Wired. N. 14.10 (October 2006)
Spinola, Maria: An Essential Guide to Possibilities and Risks of Cloud Computing. Autor, 2009.

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